¿Deberían los adolescentes
leer literatura juvenil?
Extractamos en el blog de la
biblioteca un interesante artículo publicado en EL PAÍS en torno a la polémica
de si es necesaria una literatura netamente para jóvenes o estos pueden devorar
cuanto caiga en sus manos como pasaba en épocas anteriores
¿TE ANIMAS A DARNOS TU OPINIÓN?
Los niños siempre
han aprendido con los dibujos animados. Ya sea mitología clásica (Seiya
peleando en el Tearo Epidauro para hacerse con la armadura de Pegaso en Los caballeros
del Zodiaco), anatomía y medicina (los glóbulos blancos con uniforme de
policía en La vida es así) o literatura de viajes (Willy Fogg pasando
apuros en el Mar de China). Y, sin embargo, el debate sobre si habría que
fiscalizar las lecturas infantiles y juveniles con resonancias más elevadas
sigue vivo. Muchos de los que se mostraban especialmente estrictos ahora son,
precisamente, los que devoraron aquellas series, u otras parecidas.
Si asignáramos un
capitán para cada bando en esta discusión, el de los que piensan que cualquier
libro es válido mientras que los muchachos lean sería el gurú fantacientífico y
escritor superventas Neil Gaiman. Hace un año,
defendía en una conferencia en Londres que “no existen los libros malos”. Según
él, es un síntoma de esnobismo y de ignorancia sugerir que los tebeos o la
literatura Young Adult (tan exitosa en la actualidad; autores como James Patterson han vendido más de 300 millones de ejemplares) son tóxicos para los
lectores en ciernes, ya que la ficción es siempre la getaway drug
(expresión que se refiere a cómo una adicción menor puede conducir a otras
mayores) para forjar lectores adultos omnívoros y solventes. “No les dejéis
leer lo que disfrutan (…) y conseguirés una generación convencida de que leer
es poco guay y lo peor, una molestia”, afirmó en esa charla el creador de The
Sandman.
En el otro lado
del ring encontraríamos a Tim Parks, que en un texto publicado en el blog de New York
Review of Books afirma que enrolarse en las
tropas de los que defienden la postura de: No me importa que la gente lea
Crepúsculo porque eso los llevará a leer cosas más elevadas, no tiene sentido.
Según él, acostumbrarse demasiado a fórmulas repetitivas o a personajes pobres
acentúa la pereza, así que ve improbable que pulir los clásicos o hacer de
ellos versiones demasiado abreviadas o actualizadas desemboquen en Proust o a
Shakespeare. Propone, en definitiva, que los niños empiecen directamente con Romeo
y Julieta.
La polémica lleva
muchos meses encima de la mesa. The Wall
Street Journal criticó las Young Adult Novels, que en realidad casi
sostienen el mercado editorial anglosajón, tildándolas, además de demasiado
sencillas, de demasiado oscuras (suicidios, autoflagelo, sangre…). Ese
argumento es similar al que empuñaban hace años los que culpaban a Marilyn
Manson del desenlace de algunos adolescentes atormentados. Una articulista del
portal Slate iba más allá y esgrimía que cualquier mayor de edad que leyera esas sagas
adolescentes debería sentir vergüenza. Quizás no tenía en cuenta que, aun
escritas en teoría para más jóvenes, un 55% de sus lectores tienen más de 18
años. El debate se propagó hacia el resto de cabeceras, desde las más pujantes
como Flavorwire hasta las más consolidadas como The New York
Times. Los defensores argumentaban que un adulto no puede
meterse en la cabeza de un adolescente y, sobre todo, no debe olvidarse de que
algún día lo fue.
Si los jóvenes
estadounidenses encumbraron en su día a los X-Men o a Spiderman fue, entre
otras cosas, porque planteaban que la poca integración se puede deber no a una
inferioridad, sino a una tremenda superioridad, no a una tara, sino a un
superpoder. Es el caso de Percy Jackson, expulsado de muchos colegios y que, en
teoría, padece dislexia y no se puede concentrar. En realidad, lo que le sucede
es que es un semidios, hijo de un dios y una mortal. Y las aventuras que le
esperan son las propias de su poder y de su árbol genealógico, pero, he aquí la
clave, serán explicadas no con el lenguaje de la mitología clásica, sino con el
de los jóvenes de este siglo.
La saga de Percy
Jackson, editada en España por Salamandra, ha planteado una pista más en el
debate. Su creador, Rick Riordan, está en plena gira de promoción de la última entrega de sus recreaciones
de la mitologia clásica. La primera entrega, Percy Jackson y los dioses del
Olimpo, vendió más de veinte millones de copias en todo el mundo. Sus
presentaciones se asemejan más a un concierto de una pop star juvenil
que a un acto literario e incluso existe todo un merchandising,
atracciones, videojuegos… Los personajes son moteros vigoréxicos que exclaman “Amo
este país. El mejor lugar desde Esparta” y los héroes se dan cuenta de que
algunos villanos vienen de otro lugar y época porque no conocen el slang
de los jóvenes actuales.
El lenguaje demasiado coloquial parece molestar a muchos lectores adultos
que consideran que estas historias como demasiado tontorronas o con un estilo
demasiado simple
En ese uso del
lenguaje reside la polémica alrededor de la saga. Según algunos, la serie de
Harry Potter parece la obra de las hermanas Brönte en comparación, así que no
cuenta con tantos lectores adultos como los libros de J. K. Rowling. Ese
lenguaje demasiado coloquial (y actual) parece molestar a muchos lectores
adultos que consideran que, si bien no está mal que los niños se vistan como
héroes griegos en lugar de como zombies sin personalidad, juzgan estas
historias como demasiado tontorronas o con un estilo demasiado simple.
Y, sin embargo,
los muchachos se pirran por ir a campamentos y a talleres temáticos sobre
mitología donde asisten ojipláticos a las historias de los cuentacuentos o
practican durante horas con la espada emulando a los semidioses antiguos. A
veces llueve, según ellos, porque Poseidón lo ha ordenado o truena porque Zeus
se ha enfadado.
Ya en los años
veinte Ingri y Edgar D’Alaura, dos inmigrantes europeos, escribieron en EE UU
muchos libros que reexplicaban mitos clásicos en los años veinte. Eso mismo
hace Riordan, aunque algunos insisten en que los suyos perdurarán menos tiempo.
Opinan que caerán en la obsolescencia porque emplea cosas tan coyunturales y
pasajeras como la página de anuncios clasificados Craigslist o los Iphone. Y,
sin embargo, cada escritor suele usar, de forma más o menos alambicada, el
lenguaje de su época y si los mitos han resistido el paso de los siglos es precisamente
porque cada generación los ha adaptado a sus necesidades. Porque cada persona
que los ha explicado, especialmente en el caso de la literatura oral, ha
querido ganarse a su audiencia, algo que, sin duda, ha logrado Riordan. Neil
Gaiman y los de su bando tienen, como poco, ese argumento de peso.
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