Hoy hacemos una retrospectiva de la literatura escrita por mujeres en el
siglo XX español a través de las palabras de LORENA ESPINAR de 1ºBACH B:
Enfocando
el terreno de las bellas letras, entre las características típicas del siglo XX
que se suelen mencionar en distintos contextos, resalta una serie de grandes
cambios que en ciertos aspectos producen una clara ruptura con el pasado. Entre
estos cambios destaca sobre todo el creciente papel de la mujer. Si en la
historia literaria de los siglos pasados la mujer como escritora representa más
bien una rara excepción, en el siglo XX se nota un fuerte proceso de
incorporación de la mujer a la literatura, sobre todo a partir de los años 40.
En
la difícil época de la postguerra la literatura española pasa por un período de
abatimiento general, del que va recuperándose poco a poco. No obstante, este
período tan oscuro representa, paradójicamente, el comienzo de un desarrollo
prometedor de la escritura femenina. Si seguimos la evolución de la narrativa
femenina en España de la segunda mitad del siglo XX, podemos observar varios
momentos importantes. El contexto sociocultural concreto de cada etapa
histórica desempeña en la escritura femenina un papel importante, lo que se
nota sobre todo en la elección de unos temas literarios muy concretos , así
como en la aparición de un cierto prototipo de protagonistas, con las que el lector
se encuentra con frecuencia en las obras de las escritoras españolas. Cuando en
1944 se otorga el primer Premio Nadal a una joven y desconocida escritora CARMEN
LAFORET por su novela Nada, se abre, a la vez, un nuevo capítulo en la
historia de la literatura española. A partir de ese año va aumentando el número
de nombres femeninos cuya obra literaria deja de ser marginal, para pasar a
convertirse en una parte íntegra y estable del mundo literario de España. Ellas
empiezan a escribir muy jóvenes y publican sus obras en la misma época,
provienen de familias acomodadas de la burguesía española lo que les permite
seguir estudios universitarios y dedicarse a la escritura. Dado que estas
escritoras forman un grupo relativamente numeroso, Ruiz Guerrero las llama la
primera generación de autoras españolas
de la postguerra.
En
los años 60, cuando la mayoría de
las autoras de la llamada primera generación sigue escribiendo, prevalecen las
mismas tendencias que se pueden ver en la década anterior. La vida literaria de
este período está marcada por la obra y las múltiples actividades de una
importante clave de la escritora MARÍA CAMPO ALANGE, una personalidad
excepcional que ejerce una enorme influencia sobre las intelectuales españolas
de la época. En 1960 inicia la creación del Seminario
de Estudios sobre la Mujer, que preside hasta 1980. Esta organización se
propone realizar y publicar investigaciones enfocando temas concernientes a la
problemática de la mujer.
La década de los 80 significa un
período excepcionalmente fructífero también para la literatura. Las podríamos
llamar la tercera generación aplicando la denominación de Ruiz
Guerrero– son, al mismo tiempo, las primeras novelistas españolas
intelectualmente formadas en los últimos años del franquismo. Las tendencias
generales en la narrativa española de los ochenta se caracterizan por un
abandono del experimentalismo que tenía una fuerte posición en la escena
literaria a finales de los años setenta.
La última década del siglo XX viene
marcada por una crisis universal de los objetivos de la modernidad – que según
Jean François Lyotard es propia de la postmodernidad-. En los 90 se forma un grupo de escritoras que a base de postulados feministas
escriben su obra narrativa, artículos y ensayos. Destaca entre ellas LUCÍA
ETXEBARRÍA, una joven autora que se da a conocer a finales de la década. En sus
obras expresa un abierto rechazo a someterse a la tradición bíblica de la
culpabilidad de la mujer. La misma autora publica en 1999 una colección de
cuentos Nosotras que no somos como las demás, cuyo prólogo se puede
considerar fácilmente un manifiesto en defensa de los derechos de la mujer. La
autora critica la situación en la sociedad actual, argumentando con números
estadísticos concretos.
Hoy
en día las mujeres no tienen que vestirse de hombre para poder seguir estudios
universitarios ni tampoco necesitan refugiarse en un seudónimo masculino para
publicar su obra. Las escritoras del siglo XX han traspasado esa frontera
ficticia, han entrado a la escena de la vida cultural por las puertas que para
sus predecesoras estaban cerradas. Logran integrarse con mucho éxito en el
proceso creativo y esto supone un momento clave. Una vez que las autoras
españolas se sientan plenamente integradas, sintiendo que su obra forma una
parte coherente de la producción literaria nacional, no será necesario llamar
la atención sobre la narrativa femenina, de la misma manera que no se hace
sobre la narrativa masculina. Pues en el fondo estamos convencidos de que no se
puede hacer ningún tipo de clasificaciones alegando razones de sexo, o sea no
se puede hablar de la literatura femenina como algo que se encuentre fuera de
la producción literaria. Resultaría de igual manera impropio querer clasificar
a los autores según el color de su cabello o de sus ojos. Podemos concluir
citando a ESPIDO FREIRE, otra escritora joven que dice: «El lector casi por definición, no tiene prejuicios, hay quien prefiere
un género a otro pero no un sexo a otro.»